La ansiedad y sus síntomas

Las bases biológicas de la ansiedad y como puede ser tratada (EMDR y Neurofeedback)

En términos generales, al hablar de ansiedad se debe considerar que ésta es algo bueno que nos permite mantenernos vivos y nos ayuda a preservar a nuestra especie. Tanto nuestros deseos como nuestras preferencias y objetivos no podrían cumplirse si no tuviésemos ni un mínimo de ansiedad; toleraríamos sin problemas las cosas más terribles (como no lograr nunca nada, no ser aceptado por los demás, ser perseguido o atacado peligrosamente, incluso ser víctima de un intento de asesinato) y no haríamos nada para hacerles frente o protegernos de ellas.

Evidentemente, hay muchos tipos y niveles de ansiedad y algunos de ellos son autodestructivos. Debemos entender a la ansiedad como un conjunto de sensaciones molestas y de tendencias a la acción que nos permiten darnos cuenta de que ocurren o pueden ocurrir hechos desagradables, y nos avisan de que tendríamos que hacer algo al respecto.

La ansiedad sana o inquietud por las cosas preservan la vida y conducen a buenos resultados; nos permite tener control de nuestras propias emociones y manejar situaciones difíciles o peligrosas de forma eficiente. En cambio la ansiedad malsana suele hacer lo contrario, nos hacer perder el control y por lo tanto, afrontar mal o incluso, desastrosamente los riesgos o problemas.

Bases biológicas del trastorno de pánico:

En un extremo de los altos niveles de ansiedad, encontramos los ataques de pánico. Quien lo padece, lo vive con gran angustia y desesperación, llegando a pensar durante el episodio que están por tener un ataque cardíaco o que van a morir.

Veamos el por qué de éstas reacciones físicas durante dichas crisis:

Todos los organismos, especialmente los mamíferos, incluidos los seres humanos, reaccionan rápidamente para sobrevivir cuando se sienten amenazados. Se produce una reacción compleja que moviliza todas las reservas y capacidades del organismo, llamada respuesta al estrés agudo, respuesta de alarma o respuesta de lucha-huída.

En el hombre primitivo esta capacidad de respuesta estaba al servicio de la defensa frente a las adversidades naturales, o frente al ataque de los animales y aún hoy, sigue siendo importante como sistema de protección. Si alguien se encuentra en medio de un incendio o de un naufragio, intentará rápidamente movilizar una gran cantidad de energía física para salvar su vida, evaluando la situación y determinando cómo escapar. Cuando perciba efectivamente la amenaza, más allá de su conciencia, se activarán automáticamente una serie de centros, especialmente su región hipotalámica. Esta es responsable de la regulación de las distintas funciones básicas, como la respiración, la circulación, la digestión, la actividad sexual y la metabólica, etc.

En cuanto se percibe una situación estresante o traumática, el cuerpo se moviliza para la acción. Una vez disparada la respuesta de alarma ocurre una cadena de eventos fisiológicos, y se activan diversas glándulas, como la hipófisis y la suprarrenal, a partir de la estimulación mediada por los neurotransmisores del hipotálamo. Una vez que la adrenalina es segregada y volcada al torrente sanguíneo por las glándulas suprarrenales, el corazón, los pulmones y los músculos se preparan para la emergencia. La adrenalina despierta al cuerpo y lo pone en alerta, preparándolo para la lucha o la huída, el corazón se acelera y late con más fuerza, por lo que se pueden sentir palpitaciones, la glucemia aumenta, las pupilas se dilatan, las glándulas sudoríparas se activan, la respiración se acelera, la boca se seca, los músculos se tensan y suelen producirse temblores, la sangre disminuye en el aparato digestivo y aumenta en los miembros y en la cabeza y pueden sentirse mareos, el ritmo respiratorio es más frecuente (hiperventilación) y a pesar de ello puede haber una sensación de falta de aire.

Es comprensible que toda esta reacción de alarma se active o produzca ante un suceso traumático o amenazante. Cuando ocurre sin motivo, o sea sin un estímulo exterior, espontáneamente, sin aviso previo, aunque el proceso generado sea benigno, tanto el cerebro como el resto del cuerpo entran en pánico y se confunden.

Esta reacción se produce porque en algunas personas susceptibles, el sistema de alarma del cerebro y el simpático son hiperactivos.

Este tipo de reacciones sin un motivo, sin un estímulo exterior, ocasionan un deterioro en diferentes áreas de la vida de quien la padece.

Hay solución, la ansiedad puede ser tratada con psicoterapia:

Existen diferentes tipos de abordajes psicoterapéuticos (Neurofeedback, EMDR, Psicoterapia tradicional…) para trabajar la ansiedad y los diferentes tipos de trastornos de ansiedad (trastorno de ansiedad generalizada, trastorno por estrés postraumático, fobia social, fobia específica, trastorno de pánico con o sin agorafobia, trastorno obsesivo compulsivo) cuyos resultados son muy exitosos.

Según cada tipo, se utilizan técnicas específicas, para que quien sufre de una ansiedad que ha dejado de ser adaptativa y trae dificultades en su vida cotidiana, pueda recuperar su vida previa a la aparición de la misma.

No necesariamente se debe haber llegado a sufrir altos niveles de ansiedad para trabajarla con técnicas psicoterapéuticas. Existe un gran número de personas que, sin padecer un trastorno de ansiedad, sufre día a día sus efectos, muchas de las cuales encontraron alivio en la psicoterapia.

Por: Julia Achilli, licenciada en psicología y colegiada en Barcelona.

Publicado en Blog, EMDR, Neurofeedback.

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